¿Por qué les llamamos "personas bisagra"?
Desde estas líneas enviamos nuestro agradecimiento a todas estas personas bisagra que hacen posible que vuestra solidaridad llegue a buen puerto.
Muy a menudo explicamos cómo van nuestros proyectos, las actividades que se realizan y su impacto sobre la vida de las personas a quiénes acompañamos en este complejo proceso del desarrollo. Contamos sus historias y anécdotas porque nos satisface compartir con todos vosotros el fruto de tantos años de trabajo conjunto. En estas líneas quisiera poner el foco en los “agentes locales”, aquellas personas de las comunidades en las que trabajamos que hacen que todas las actividades y proyectos se puedan llevar a cabo. En el caso de Etiopía, donde estoy actualmente, una de esas personas es Girma que, a su vez, está formando a otras personas con las que construimos equipo, sin ese equipo nada sería posible.
Lo primero que hay que tener en cuenta para entender el papel que tienen los agentes locales de desarrollo, es la obviedad de que nosotras somos extranjeras trabajando en Etiopía. Las diferencias culturales son enormes. Para empezar, el idioma es muy diferente al nuestro. Pero no solo es el idioma. La forma de pensar, de entender, de percibir la realidad también es diversa. El universo conceptual de los y las etíopes no tiene nada que ver con el nuestro. Qué decir de las costumbres, tradiciones, maneras de funcionar, prioridades, etc. Aunque, como he dicho antes, esto es obvio, lleva tiempo asumirlo, aceptarlo y todavía más tiempo intentar reducir al mínimo este abismo que nos separa.
Para que los proyectos se puedan llevar a buen puerto, necesitamos personas capaces de estar en los dos “lugares” y reducir las distancias que nos pueden llegar a separar. A demás de “agentes locales” se les llama hombres o mujeres “frontera” o “bisagra”. La imagen de una bisagra, a mi modo de ver, encaja más con lo que representan, ya que unen y articulan dos partes que antes de su intervención estaban separadas.
Las personas bisagra son esenciales. Sin ellas nuestros esfuerzos en mejorar o transformar las realidades en las que trabajamos, tendrían una incidencia muy pobre.
Por tanto, cuando queremos implementar una iniciativa de desarrollo es muy importante encontrar personas “bisagra”. No es fácil. Porque esta cualidad no está en un currículum. Se trata más bien de una actitud, una capacidad que solo se puede cualificar trabajando a su lado. Son personas con una visión amplia de su realidad, que entienden que su comunidad necesita mejorar, que nuestra presencia aquí no es la de “dadores” de empleo, de infraestructuras, de medicamentos, etc., sino que queremos ir más allá y lo que perseguimos es acompañar a las comunidades para que nazca en ellos la posibilidad de vivir en mejores condiciones.
También hacen el papel a la inversa, es decir, nos ayudan a nosotras a entender su realidad. La nuestra es la cultura de los resultados, la eficacia y la eficiencia, de “aprovechar” el tiempo, la cultura del estrés. Pero trabajamos en lugares con ritmos muy diferentes. Quizás para ellos los resultados no son tan importantes o los entienden de otro modo; y la comprensión de eficacia y eficiencia es totalmente distinta, prueba de ello es que dichas palabras no existen en su vocabulario, las han incorporado del inglés.
El arte de las personas “bisagras” es saber conjugar estas circunstancias para llegar al objetivo que nos une: poder gozar de una vida mejor.
Un ejemplo de estas personas “bisagra” son también los directores de las escuelas con las que colaboramos con el proyecto de Aulas para la salud y para la igualdad. Ellos viven en directo las limitaciones del sistema educativo en Etiopía, principalmente el escaso número de escuelas y profesores para la creciente población infantil. No dan abasto y la metodología pedagógica está muy limitada debido al gran número de alumnos y alumnas por aula, que fácilmente llega a los 100.
Nos ceden un espacio semanal en cada grado para que los estudiantes tengan la oportunidad de aprender aspectos de la vida que, muy probablemente, no aprenderán en otro lugar. Nos ayudan a entender la realidad de la que proceden los niños y niñas para que los mensajes de salud y de igualdad de género lleguen mejor. Y nos animan cuando nos cuentan, por ejemplo, que los han visto lavarse las manos con jabón, tal y como nosotras les hemos enseñado. Esto para nosotras es un gran logro, difícil de conseguir si no fuera por el apoyo de todo el equipo educativo de las escuelas.
Otro ejemplo de esta colaboración es Gurachu, el director de la escuela primaria de Melka Oda, con la que llevamos colaborando algunos años y de la que habréis oído hablar en esta campaña de Navidad. Gurachu es un hombre entregado a su comunidad que nos ayuda a entender las dificultades que atraviesan los niños y niñas cuando no pueden completar la educación primaria. Gracias a personas como él podemos focalizar las acciones para optimizar los recursos.
Así pues, no nos olvidemos de ellos, desde estas líneas enviamos nuestro agradecimiento a todas estas personas que hacen posible que vuestra solidaridad llegue a buen puerto gracias a su papel uniendo nuestros mundos, tan cercanos y al mismo tiempo tan diferentes.
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